mardi, décembre 19, 2006

Villancico 2006, u otro enigma mitográfico

Erri De Luca, Au nom de la mère,
traduit [In nome della madre, Milano, Feltrinelli, 2006]
par Danièle Vélin, Gallimard, nrf,
hors collection, 2006 (79 p.) € 7,90.
El último libro de Erri De Luca (Nápoles, 1950) es la reescritura, o recreación, de una historia que conocen perfectamente hasta los más ateos de los no creyentes (entre los cuales el autor ha confesado varias veces contarse). Una joven ya prometida se encuentra inopinada y aun milagrosamente encinta; su prometido, en lugar de abandonarla, como, según las leyes escritas y no escritas, podría hacer, cree en ella y en lo que ella le cuenta, y, tal y como estaba previsto, se casa con ella. Poco después, en pleno invierno, cuando ella está a punto de dar a luz, atraviesan una buena parte de la antigua Palestina en un duro e incómodo viaje ―él a pie, ella a lomos de una burra― hasta Belén, de donde es él, para proceder al nuevo empadronamiento que ha decretado el Romano. Al llegar a la capital de Judea, repleta de belenitas dispersos que vienen a lo mismo que José, no encuentran albergue y no les queda otra que alojarse en el celebérrimo establo al calor del buey.
Esta historia ―que incluye la Anunciación, la boda, el viaje a Belén, el parto mismo―, Erri De Luca ha decidido contarla en primera persona y desde el punto de vista de María. La frecuentación de los textos bíblicos por parte del autor (que defiende y reivindica la nítida y silvestre sencillez de la vieja lengua hebraica), pero sobre todo la extrema sensibilidad y la capacidad de empatía que ya le conocíamos, le han permitido, a través de su inspirada narración mariana, darnos un relato ―a menudo sublime― de la experiencia maternidad (“el brotar de la natividad en el cuerpo femenino, el más acabado misterio natural”) de una belleza sin precio, o más acá de cualquier precio calculable.

mardi, novembre 07, 2006

Uno de los hombres más recios de Calanda

“En San Sebastián, cuando yo tenía trece o catorce años, las casetas nos ofrecían otro medio de información. Las casetas estaban divididas por un tabique. Era muy fácil meterse en uno de los compartimentos y mirar por un agujero a las señoras que se desnudaban al otro lado.
En aquella época se pusieron de moda unos largos alfileres de sombrero que las señoras, al saberse observadas, introducían en el agujero, sin reparo de pinchar el ojo fisgón (después, en Él, recordé ese detalle). A fin de protegernos de los alfileres, poníamos un pedacito de vidrio en las mirillas.
Uno de los hombres más recios de Calanda, que se hubiera muerto de risa si llega a enterarse de nuestros problemas de conciencia, era don Leoncio, uno de los dos médicos, republicano acérrimo que había empapelado su despacho con las páginas en color de la revista El Motín, publicación anarquista y ferozmente anticlerical, muy popular en la España de entonces. Aún recuerdo uno de aquellos dibujos. Dos curas gordos, sentados en una carreta y Cristo, enganchado a las varas, sudando y jadeando.
Para dar una idea del talante de la revista, veamos cómo describía una manifestación celebrada en Madrid, durante la cual unos obreros atacaron violentamente a unos sacerdotes, hiriendo a varios transeúntes y rompiendo escaparates.
«Ayer por la tarde, un grupo de obreros subía tranquilamente por la calle de la Montera cuando, por la acera contraria, vieron bajar a dos sacerdotes. Ante tal provocación…»
He citado con frecuencia este artículo, como excelente ejemplo de «provocación»”. (Luis Buñuel, Mi último suspiro, 1982)

lundi, septembre 11, 2006

¿Efemérides?

Ni siquiera se me ha ocurrido advertir que no hay la menor relación entre ferlosiana y la fecha de hoy. Es que no sé en qué día vivo, ni en qué mundo.

Ferlosiana

« Un de mes plus grands souhaits : voir un chat, resplendissant de vie et de santé, dévoré par une souris ; mais au moins qu’elle joue longuement avec lui avant d’en arriver là ! » (Elias Canetti, Le territoire de l’homme).

jeudi, septembre 07, 2006

In Memoriam Samuel Beckett (1906 - 89)


They come
Different and the same
With each it is different and the same
With each the absence of love is different
With each the absence of love is the same

Elles viennent
Autres et pareilles
Avec chacune c’est autre et c’est pareille
Avec chacune l’absence d’amour est autre
Avec chacune l’absence d’amour est pareille
(1937-1939)

jeudi, juillet 20, 2006

Por el interés…

Como no todo lo que se está escribiendo últimamente sobre la « memoria histórica » es « verdaderamente falso »), y como hay excepciones, quiero dejarlo dicho. Hoy, por ejemplo, publica Andrés Trapiello en El País un artículo que ya me habría gustado firmar yo mismo (y en el cual, por azarosa añadidura, utiliza la barojiana que yo empleé el otro día). Por otro lado, como es casi seguro que para la rentrée de septiembre el asunto seguirá coleando (y si no fuese así, buena señal que sería, yo me callo y mejor para todos), intentaré para entonces explicar más por lo menudo por qué considero, por lo demás sin ninguna originalidad, que hay mucha incompatibilidad, casi imposibilidad, en algo que fuese a la vez memoria e historia. Por el momento, con mucho gusto copio a continuación el mencionado artículo de don Andrés, por el interés que tiene para los peregrinos lectores. Hélo aquí:

Medias verdades
Andrés Trapiello

El País, 20 de julio de 2006

Tiene uno la sensación, y la tienen muchos otros, a izquierda y a derecha, de que lo que se ha dado en llamar “la recuperación de la memoria histórica” o no significa nada o significa muy diferente cosa para unos y otros. Se diría que, cuando la realidad es compleja, y el nudo de la guerra civil y el franquismo es todavía el más apretado y difícil de deshacer que tienen los españoles entre manos, algunos sienten una irresistible atracción por la solución gordiana, o sea, la de partirlo con el filo de una espada o de un decreto.
Si yo no lo interpreto de modo abusivo, parece que hoy se entiende por memoria histórica únicamente lo que les sucedió a los que perdieron la guerra civil y sufrieron, tras ella, la persecución del Régimen de Franco. Es decir, ha querido formularse ese propósito civil como una “discriminación positiva de la memoria”: tras haber sido machacados durante cuarenta años con recuerdos, desagravios y vindicaciones en una sola dirección, tenemos derecho a recordar, desagraviar y vindicar únicamente en la contraria, parece decírsenos.
Las historias de la zona nacional acalladas o desconocidas hasta ahora son tantas y tan dramáticas, que encogen aún el ánimo y espantan el entendimiento, pero al mismo tiempo algunas resultan tan lejanas ya, que muchos las encuentran irresistiblemente embellecidas, “como una novela”. Se ha dicho que no se ha escrito aún la gran novela de la guerra civil española, nuestra Guerra y paz. Esa, francamente, hoy por hoy, en España, no se le aceptaría ni a Tolstoi, tan cervantino, ni a Cervantes, tan español.
Hace veinticinco años dos jóvenes se embarcaban en una tarea desproporcionada y de porvenir dudoso: editar, entre otros contemporáneos, a escritores del pasado reciente que tenían la característica común de haber hecho o vivido la guerra civil española, unos en un bando y otros en otro. En ningún caso se trataba de literatura política, sino de libros que reputaban literariamente sobresalientes. En cuanto llegaron a las librerías los primeros ejemplares de Rosa Krüger, de Sánchez Mazas, algunos reaccionaron con nerviosismo, y aunque esa novela iba acompañada de otros libros de escritores notoriamente de izquierda y exiliados, como Giner de los Ríos, Jiménez Fraud o Ramón Gaya, devolvían los paquetes sin abrir a una editorial que había tenido la impertinencia de incluirlos en una que se llamó “Biblioteca de Autores Españoles”. No les entraba en la cabeza que pudiera firmarse un armisticio en la literatura española, y tampoco comprendían que se editara la novela de un excelente escritor de derechas que llevaba muerto casi veinte años, bien porque creían que ese libro contaminaba los de sus compañeros, bien porque la palabra “españoles” les parecía muy apropiada para escritores fachas, pero insuficiente a esas alturas para quienes habían sido despojados de ella por los vencedores que les mandaron al exilio. Incluso el adjetivo “facha” desactivaba el sustantivo “escritores”, como en aquel oxímoron del que hablaba Baroja a propósito del periódico El Pensamiento Navarro. De modo que se ahorraron leer a Sánchez Mazas (hasta que llegó la moda veinte años después) y optaron por la solución gordiana: el ostracismo.
Aunque el dogma quedó tocado, todavía quedaron muchos (en la izquierda, pero también en la derecha) que creían que haber perdido la guerra garantizaba el no ser un mal escritor, lo mismo que haberla ganado era incompatible con serlo bueno, y trataron de frenar esa “evidencia” asustando a la gente con un gran surtido de vade retro, como hacía el jesuita Ladrón de Guevara en su cómico y ridículo Novelistas malos y buenos, y haciendo circular el infundio de que esos dos muchachos eran hijos de Satán, o sea, fachas. La calumnia se mostró tanto o más eficaz justamente porque no tenía ningún fundamento, y aunque ellos dos hubieran confesado que seguían siendo de izquierda, no hubiese servido de nada; ya nadie estaba interesado en saber: se había conculcado un principio sagrado en las guerras sucias: al enemigo, ni agua. ¿Y para qué hablar de literatura pudiendo hacerlo de política, de la política de “los nuestros”, contra los pocos que defendían que en literatura “los nuestros” son todos, si son los mejores? La solución gordiana pasó primero por cortar en dos mitades la historia, quedarse con una y supeditarla a la otra. Bastaron dos o tres libros (literarios, hay que insistir) de escritores de derechas frente a treinta o cuarenta de izquierda, para que la editorial Trieste, que unos pocos consideran hoy piadosamente mítica y ejemplar, quedara apestada para siempre.
Uno podría pensar que eso había cambiado y que el cerrilismo español habría ido cediendo poco a poco, pero se ve que no. Hace unos meses publicó uno un manual de tipografía española. En él, tratando de espulgar los lugares comunes, se afirma algo que sabe cualquier persona que se haya paseado por las librerías de viejo: de 1939 a 1959 se editó en España, desde un punto de vista tipográfico, tan bien o mejor que en tiempos de la República, y desde un punto de vista industrial mejor y más que en todo lo que se llevaba de siglo. Claro que entonces, ¿qué haremos con todas esos bonitos embustes de quienes nos han querido presentar a aquella España durante años como un país comatoso? Comprende uno que la tentación de postularse como resurrector de la Patria es grande, pero para ello hay que pasar antes por certificar su muerte, y así un gran número de beneméritos luchadores antifranquistas (en muchos casos ni tan luchadores ni tan antifranquistas) han llegado a creerse de buena fe que hasta que ellos no llegaron, la Patria sesteaba o agonizaba.
Cierto que España de 1939 a 1959 era un lugar siniestro en el que los escritores resistían de modo anómalo (del mismo modo que no siendo lugares siniestros muchos de los países del exilio, los escritores exiliados sufrían igualmente su propia anomalía), pero ello no quita para comprender que nuestra literatura, industria literaria y tipografía de entonces no vivían uno de sus peores momentos. Ocultar esa verdad no beneficia a nadie y declararla no justifica el franquismo, salvo que se sea muy idiota para entenderlo así, como le ha ocurrido a cierto crítico de resorte, que una vez más ha tratado de recurrir a la solución gordiana, o sea, la de Ladrón de Guevara, que al igual que este no ha dudado en acompañar su vade retro con una batería de insidias y falsedades. Y sí, se puede criticar a la izquierda sin dejar de ser de izquierda, aunque el temor a la verdad nos haga sentirnos más cómodos viendo enemigos cortados por el patrón de nuestra propia tontería, como hacía el jesuita, amigo también de las medias verdades.
Por todo ello, no sabe uno cuando se habla de memoria histórica, qué es lo que queremos recordar, ya que cuando nos disponemos a recordarlo todo, puede aparecer por el horizonte una sotana que trata de impedirlo con acusaciones risibles o miserables, según por donde se tomen.
Durante el franquismo, un Régimen sin ninguna legitimidad recordó y honró únicamente a las víctimas de su propia facción, engañándolas o mintiéndolas incluso, si eso le convenía. Hoy, con una democracia legitimada y firme, sería gravísimo y peligroso que se cayera en simétrico error, sólo que con las víctimas del otro bando. La democracia tiene la obligación moral de hacer la historia de todos, por lo mismo que un historiador de derechas debería abordar, por ejemplo, los crímenes de la represión en Málaga o Badajoz, y uno de izquierdas no ceder a la derecha en exclusiva la visión de la represión revolucionaria en el Madrid de las checas. A diferencia de la derecha, que no parece querer ver ni en pintura nada de lo ocurrido entre 1939 y 1975 por miedo a tener que asumir sus graves y a menudo criminales responsabilidades, cierta izquierda autoritaria querría recordar únicamente “lo suyo”, un “suyo” que no siempre es verosímil ni creíble, como no sea hermoseándolo con la distancia y la leyenda, o incluso falseándolo sin escrúpulos, si con ello su victimación logra ser mayor y los réditos que de ella piense obtener, más saneados. La realidad no se comprende con medias verdades. Abramos las fosas que aún quedan en las cunetas, por decencia y respeto a las víctimas, desde luego, pero también todas aquellas otras fosas mentales donde siguen enterradas las ideas más reaccionarias y jacobinas, ya que la única memoria histórica posible ha de llevarnos a comprender que aquellos muertos son todos “nuestros muertos”, como nuestra es una historia que algunos se empeñan todavía en partir con mandobles justicieros, para poder decir una vez más: blanco, negro. Y no, raramente logramos vivir en paz como no sea en la amplia gama de los grises, de los matices, de las contradicciones, libres de todo prejuicio, de todo interés y de todo resentimiento, y al menos cuando hablemos del pasado, este debería empezar a ser un nudo más fácil de aflojar y deshacer, sin tener que recurrir por enésima vez a la espada. El pasado no está hecho de mitades, tuya o mía, sino de un todo que no es ni tuyo ni mío, sino de todos.

Intemperie

elroto@inicia.es

(Del lat. intemperĭes). 1. f. Desigualdad del tiempo. a la ~. 1. loc. adv. A cielo descubierto, sin techo ni otro reparo alguno. (Real Academia Española © Todos los derechos reservados).

La confusión suscitada por el tono cada vez más abiertamente “meteorológico” –incluídas algunas metáforas– de las previsiones de los economistas se ve mucho más clara en el atinado dibujo del Roto de El País del 16 de julio de 2006.

jeudi, juillet 06, 2006

Oxímoros

La memoria histórica es como el pensamiento navarro, sólo que verdaderamente falso.

lundi, juillet 03, 2006

Otra verdad desvelada por El Roto

En el “dibujo humorístico” –si por humorístico se entiende algo más versátil que lo simplemente y necesariamente hilarante– de El Roto del otro día (El País, 1° de julio de 2006) se ve el escorzo de una estereotípica torre de apartamentos en la costa, con un par de palmeras y todo, en cuya fachada se lee en letras bien grandes la verdad oculta –tan simple como terrible– de toda la economía del ocio, del turismo y de la industria cultural: “El tiempo libre es una cadena más”.

jeudi, juin 01, 2006

… pas un roman, mais la purge de mon cœur

« … il a peut-être songé que le purgatoire, ce pouvait être ça : l’endroit où l’on est condamné à la nostalgie, condamné à trouver les mots pour purger les images qui s’obstinent dans la pénombre.» (Nathalie Léger, Les vies silencieuses de Samuel Beckett, Paris, Éditions Allia, avril 2006, p. 10)

jeudi, mai 18, 2006

In Memoriam W. G. Sebald (18-05-1944 - 14-12-2001)


Hoy cumpliría sesenta y dos años.

Los emigrados (traducción de Teresa Ruiz Rosas), Barcelona, Editorial Debate, 1996.
Los anillos de saturno, una peregrinación inglesa (traducción de Carmen Gómez y Georg Pichler), Barcelona, Editorial Debate, 2000.
Els emigrats (traducció de Anna Soler Horta), Barcelona, Edicions 62, 2001.
Austerlitz (traducción de Miguel Sáenz), Barcelona, Editorial Anagrama, 2002.
Austerlitz (traducció de Anna Soler Horta), Barcelona, Edicions 62, 2003.
For years now, Santander, Editorial Límite, 2003.
Sobre la historia natural de la destrucción (traducción de Miguel Sáenz), Barcelona, Editorial Anagrama, 2005.
Del natural (traducción de Miguel Sáenz), Barcelona, Editorial Anagrama, 2004.
Pútrida patria : ensayo sobre literatura (traducción de Miguel Sáenz), Barcelona, Editorial Anagrama, 2005.

My life without her..., o algo más de otro mundo



[29 de abril de 2006]

Ya fuera de ese ciclo he visto The secret life of words, la última película de Isabel Coixet, que ha obtenido los tres principales Goyas en 2006. La propia directora, que habla bastante bien francés, ha estado estos días en Francia haciendo la promoción, y yo he podido oírla en la radio y verla en la televisión, cómo ironizaba sobre el hecho de que sean los hermanos Almodóvar quienes hayan producido su película (buen gusto como productores que les honra). El mejor ejemplo de lo que la diferencia a ella del español preferido por los franceses es lo que dijo acerca del ideal de belleza femenina del manchego : que es, por ejemplo, Penélope Cruz, mientras que para ella es Sarah Polley. Precisamente la interpretación de la canadiense, que en cierto modo nos “descubrió” Coixet en su anterior My life without me, es con mucho lo mejor de una película por lo demás bastante interesante. Creo que en esta fotografía (aunque no en todas) se puede apreciar algo del verdadero “halo espiritual” o “aura” que la envuelve, y que Coixet saber captar en sus dos colaboraciones.

Broza y una flor como de otro mundo

[13 de abril de 2006]

Del 5 al 11 de este mes de abril ha habido también aquí, en los cines Cameo de Nancy, una “Semana Espanola” [sic], que hasta el año pasado sólo se celebraba en los Cameo-Ariel de Metz.

He visto Soldados de Salamina, la adaptación que dirigió David Trueba en 2003 a partir de la novela, o lo que sea, de Javier Cercas de 2001. De antemano ni el periodista-novelista gerundense de origen extremeño ni, menos aún, el director (hermano de su hermano) me interesaban en lo más mínimo, lo que pasa es que sabía que el libro trataba de la historia del fusilamiento fallido de Rafael Sánchez Mazas (escritor, fundador de Falange Española y ministro sin cartera en el primer Gobierno de Franco... y padre de Ferlosio) ; sabía, además, que de la novela se habló bastante en su momento y que incluso su traducción francesa se ha vendido mucho (en parte gracias a la fotografía de la portada, probablemente de Robert Capa, y en parte porque el asunto de la “Guerre d’Espagne” sigue interesando mucho por aquí). Pero nada de esto en realidad quería decir gran cosa. Efectivamente, la película no vale una perra gorda desde ningún punto de vista; francamente, creo que no merece la pena dedicar tiempo a criticarla desde todos lo puntos de vista. Quedémonos con un gran actor desaprovechado, Joan Fontseré, que ha trabajado mucho con Albert Boadella y que aquí interpreta a Sánchez Mazas, y sobre todo con los pocos minutos en que vemos a Chicho Sánchez Ferlosio (persona educadísima, poeta y conocido letrista, entre otros, del grupo de La Mandrágora, y tercero de los cuatro hermanos Ferlosio), que el pobre estaba ya bastante delicado de salud (moriría poco después), hablando de lo que les solía contar su padre al respecto.

Estaba programada La luz prodigiosa, de Miguel Hermoso (director tal vez algo más solvente), no sé si basada también en alguna novela, y en la cual, según el programa, se fantasea un poco con la idea de que un mendigo desmemoriado que deambula por las calles de Granada, y que –como ése que hace poco en Inglaterra decía no saber quién era– resulta ser bastante buen pianista, pueda ser nada menos que García Lorca, ya que, como no todo el mundo sabe, el cadáver de éste nunca se ha encontrado (ésta fue, por cierto, la misma suerte que corrieron los de varias decenas de miles de fusilados o abatidos anónimos no sólo durante la Guerra Civil sino incluso hasta mucho años después). De todas maneras, esta película no la he podido ver. (Pero sí vi el otro día por televisión Fugitivas, también de Miguel Hermoso, una especie de “road movie” con niña, con paisaje y paisanaje andaluces: rutinaria y un poco ruidosa)

Sí he podido ver, en el mismo ciclo, Poniente, una especie de drama social sobre el boom de los invernaderos almerienses, la presencia masiva de inmigrantes y los problemas de racismo que se derivan ; en todo caso, cinematográficamente hablando, sin gran interés. La película está dirigida por Chus Guitiérrez y en el guión figura Icíar Bollaín, quien ya había tratado una parte de este asunto en Flores de otro mundo, película que no vi en su momento.

En noviembre o diciembre estuvieron poniendo en los mismos cines Cameo de que estoy hablando, durante una semana o dos, El cielo gira, de Mercedes Álvarez, pero no tuve ocasión de verla, así que, como ahora la programaban también en la “Semana Espanola”, esta vez me las he arreglado para ir a verla. La película había obtenido varios premios en diferentes festivales, entre ellos en uno que se llama “Cinéma du réel”, en París; ello explica quizá la presencia en provincias de una película a priori muy poco comercial (pero no nos quejemos: aquí en Nancy se pueden ver a veces cosas bastante raras). Bueno, pues es, sencillamente, una de las mejores películas que yo haya visto en muchos años, y dentro del cine español debería figurar ya entre las mejores. Una película que nace ya como un clásico, cine tan puro tan puro que a la gran mayoría de sus posibles espectadores, acostumbrados como estamos todos a la irrespirable fealdad, a la impepinable agresividad y a la infinita insignificancia de las imágenes que nos rodean hasta la asfixia, lo que nos pueda quedar ya de espíritu corre el peligro de salir totalmente conmocionado: belleza balsámica, amabilidad desacostumbrada y mucho (y buen) sentido es lo que hay en esas luminosas imágenes (sin música) y en esas conversaciones propiciadas, filmadas, seleccionadas y montadas por Mercedes Álvarez.

Carta al director de El País, no publicada.

El pasado lunes 6 de febrero observé que en la edición de internet del suplemento Babelia de El País correspondiente al 4-02-2006, no en el artículo de don Antonio Iriarte sino en la breve presentación del mismo, se había deslizado un error ciertamente de bastante bulto al confundir nada menos que al gran narrador edimburgués objeto del artículo y autor de las dos “fábulas” que allí se presentaban (en traducción, supongo, del propio don Antonio Iriarte, pero este extremo tampoco quedaba claro) con el no menos conocido “creador de Robinson Crusoe”, es decir, con Daniel Defoe, uno de los pioneros –un siglo y medio antes– de la novela en lengua inglesa. A la persistencia, seis días más tarde, del mismo flagrante patinazo (al lado del cual incluso la afirmación de que Stevenson era inglés es pecata minuta) sólo encuentro tres explicaciones, no sé cuál más increíble : o bien nadie ha leído el artículo (lo cual a mí me parece imposible, y no me lo van a negar precisamente ustedes), o bien nadie de entre las miles de personas que lo han leído ha tropezado con semejante enormidad, o bien a ninguno de los muchísimos que han tenido que tragársela le ha importado en lo más mínimo. El hecho de que los errores que se deslizan de vez en cuando en su periódico son de mucha menor cuantía y la razonable probidad a que, en general, el mismo nos tiene acostumbrados a sus asiduos lectores creo que acaban de explicar mi perplejidad. Así pues, mi imposibilidad de creer lo increíble, y no otra motivación, me ha animado a dirigirme a ustedes para que al menos subsanen tan craso errror y, si es posible, me ofrezcan una explicación razonable de tan deplorable «prodigio».
Nancy (Francia), 10 de febrero de 2006.

Mamamparo

Dentro de ti : albúmina, huevo, pez,
Todas las edades de la tierra
Las he recorrido metido en tu placenta,
Fuera de ti mis días están contados.

Dentro de ti : de célula a esqueleto,
Multiplicándome por un millón ;
Fuera de ti he crecido poco más.
Lleno de tu plenitud salí por fin
Sin dejarte vacía porque el vacío
Me lo llevé conmigo.

Llegué desnudo, tú me arropaste,
Así aprendí la desnudez y el pudor,
La hora de comer, y qué era tener hambre.
Me metías en la boca todas las palabras,
En cada cucharada, todas menos una : mamá.
Ésta, el hijo la inventa moviendo sus dos labios.
Ésta, el hijo la enseña.

De ti aprendí las palabras de la aldea,
Las canciones, las injurias, las blasfemias.
De ti oí los primeros cuentos,
Detrás de la fiebre de la varicela.

Te ayudé a vomitar, a limpiar las lentejas,
A escribir una carta, a encender la lumbre,
A terminar tu crucigrama ; te serví vino,
Y manché la mesa.

No te he dado nietos.
No has tenido que llamar a la puerta de una prisión,
Por el momento.
De ti aprendí el luto y cuándo terminarlo.
Me parezco a tu padre, a tu hermano,
No he sido un hijo.
De tí tengo el color de los ojos
No la dulzura de la mirada.
A ti todo te lo he disimulado.

Prometí quemar tu cuerpo,
No dárselo a la tierra. Te daré al fuego,
Hermano del volcán que orientaba nuestro sueño

Te esparciré por el aire
Después de la tormenta
A la hora del arco iris
Que te hacía abrir los ojos como platos.

(traducción ligeramente adaptada de « Mamm’Emilia » de Erri de Luca, in Il contrario di uno, Torino, Feltrinelli, 2003).

jeudi, mai 11, 2006

Gorrión

“The opening bars, the hammer-beat accelerando of Édith Piaf’s Je ne regrette rien –the text is infantile, the tune is stentorious, and the politics which enlisted the song unattractive– tempt every nerve in me, touch the bone with a cold burn and draw me after into God knows what infidelities to reason, each time I hear the song, and I hear it, uncalled for, recurrent inside me.” (George Steiner, Real Presences, London, Faber & Faber, 1989, p. 183)


“(El « duende ».) La telúrica pedantería del narcisismo andaluz, por la que pretenden que sólo ellos pueden llegar a sentir y comprender plenamente lo suyo y por la que si te atreves a dar palmas en una sesión folclórica (que, por cierto, tan sólo los ingleses se han demostrado capaces de aguantar más de una vez), te sugieren, amable pero piadosamente, que más vale que lo dejes, porque nunca acertarías con el compás, les lleva a presumir de que lo que llaman « duende » es una cualidad única y privativa de algunos de sus cantaores ; pero el « duende » no tiene más misterio que lo que en todo Occidente se conoce como pathos, o sea, la capacidad patética, en este caso de una entonación y de una voz. Y, ¡lo que son las cosas!, de cuantos cantaores haya yo podido jamás oír, nadie nunca ha alcanzado, ni con mucho, el duende, absolutamente arrebatador, de Édith Piaf.” (Rafael Sánchez Ferlosio, Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, Barcelona, Destino, 1993, p. 116)


“Tan sólo –y de eso hace ya bastantes años– una mujer pequeña, fea y de apariencia física casi contrahecha, pero una artista excepcional por la irresistible fuerza de expresividad patética que impulsaba su voz y su dicción (aquellas errres rrrodadas y vibrantes que le imitó el bellaco de Brassens), como Édith Piaf, lograba lanzar tan lejos y tan fuera de sí misma sus canciones que ningún público podía negarse a ellas. Bien es verdad que Édith Piaf era sólo cantante, y es en la danza donde, en tanto que arte visible, juega un papel esencial la apariencia del ejecutante, de modo que la prueba comparativa que haría al caso en relación con Piaf, en cuanto a un supuesto aumento del valor del atractivo físico frente a la pura calidad profesional, sería la de averiguar si hoy una cantante comparable –¡con aquella cantante incomparable!–, en tanto que cantante, con aquella, y de una apariencia física tan poco agraciada como fue la suya podría alcanzar un grado de aceptación pública tan universalmente entusiasta como el que ella conoció.” (Rafael Sánchez Ferlosio, Non olet, Barcelona, Destino, 2003, p. 75)

jeudi, avril 20, 2006

Última reivindicación de Judas

“«Es por el beso, no por las monedas», así dice en el árbol del ahorcado.” (Rafael Sánchez Ferlosio)

mardi, mars 07, 2006

Science and Magic

It is a significant comment on the victory of science over magic that were someone to say ‘if I put this pill on your beer it will explode’, we might believe them; but were they to cry ‘if I pronounce this spell over your beer it will got flat’, we should remain incredulous and Paracelsus, the Alchemists, Aleister Crowley and all the Magi have lived in vain. Yet when I read science I turn magical, when I study magic, scientific.
(Palinurus’ The Unquiet Grave)

mercredi, février 15, 2006

...a ebria confluência humana




O fim do longo, inútil día ensombra
A mesma sp’rança que não deu se escombra
Prolixa… A vida é un mendigo bêbado
Que extende a mão à sua sombra

Dormimos o universo. A extensa massa
Da confusão das cousas nos enlaça
Sonhos ; e a ebria confluência humana
Vazia echoa-se de raça, em raça.

Ao gozo segue a dôr, e o gozo à esta
Ora o vinho bebemos porque é festa
Ora o vinho bebemos porque há dôr
Mas de um e de outro vinho na resta.

Peciellos

Como a mí me gustaron y esperando que a ti también al menos te puedan interesar, transcribo a continuación los treinta y tres textículos que aparecieron el otro día en Babelia como « prepublicación » del próximo libro de Andrés Trapiello. Helos aquí :


Poesía: una verdad indemostrable.

Del yo, el menos.

La verdad no se vota. Y mucho menos, la Belleza. Sabedlo vosotros, artistas con cargo a los Presupuestos Generales.
Lo no visible no es lo invisible.
Entre las habilidades del chamariz, un pájaro común, como el jilguero, está la de imitar los cantos de los otros pájaros. Lo hace tan bien que consigue hacerse pasar por ellos, y nadie habla de plagio, porque a nosotros, ¿qué más nos da todo eso de la originalidad? ¿Y qué si no somos más que chamarices? ¿Nos quitarán por ello la inmortalidad de la alondra, del ruiseñor, del jilguero? ¿Pero quién le quita al chamariz la gloria de haber cantado?

Lo conmovedor del sabio es cómo baja la cabeza y camina mirando las piedras del camino, al tiempo que piensa en las estrellas.
El cuerpo es como el estilo: más sano cuanto menos se nota.
El gusto de dar es muy superior al de recibir; por eso la mayoría prefiere recibir.
Si sí es la palabra más bella, no, entendida la vida como la entiende uno, ha de ser la más difícil y la más necesaria, y por ello doblemente bella. Y recordar lo que decía Paul Celan: "Habla / Pero no separes el No del Sí. / Y da sentido a tu decir: / dale sombra".
El fuerte es siempre el que hace las cosas más suavemente.
Algunas definiciones no hay que tocarlas. Son pura poesía virgiliana.
Enjambre "República de abejas con su maestra". El diccionario de la RAE es mucho más vulgar: "Multitud de abejas con su maestra". He aquí la distancia entre la poesía y la sinecura, y entre un diccionario republicano y otro de una Academia que es Real.
Sí, no sabemos por qué los llamamos sinsabores, cuando son tan amargos.
Nadie elige pertenecer al club de los difíciles, pero una vez dentro, es increíble lo fácil que se lleva la gente, con no tratarse.
Cuando se escribía wagón los trenes iban más lentos, pero mucho más lejos.
De cerca el semen es muy decepcionante, teniendo en cuenta la notoriedad con la que suele salir a escena.
La arquitectura es el arte de meter entre cuatro paredes la vida sin destruirla ni adulterarla.
La cremallera sólo podía ser un invento del siglo XX: dos mundos separados unidos por mano de hierro.
Leo estos días, para hacer de ellos una reseña, en los diarios de Tolstói, una frase en la que dice, citando a un tal Kólescha, que "la crítica es cuando los tontos hablan de los inteligentes". Y eso lo decía alguien como Tolstói, tan cristiano.
Les pasa a los molinos lo que a los relojes, con los que tanta relación guardan: no hay ninguno feo, sean de viento o de agua, que por ellos el tiempo se humaniza en harina, y luego en hostia de comulgante y, al fin, en aliento. En cuanto a los molinos quijotescos, cabe decir que los hizo célebres no la locura de un solo hombre sino, el haber sido acometidos por quien los creía superiores enemigos de todos.
Hay que desconfiar de las verdades que caben en una pancarta. Por principio.
En la calle de Atocha hay una vieja ferretería especializada en bombas de agua. El hecho de que se llame "Bombas El Ideal" (rótulo que no superaría ni la imaginación de Galdós) le da al asunto un cariz anarquista muy conveniente y nostálgico que en esa calle es casi una reliquia.
"Sílabas son las estrellas", decía San Agustín, mucho antes del surrealismo y de Gómez de la Serna.
El prójimo suele ser la parte débil de nosotros mismos, por eso solemos tratarlo con tanta saña.
Como los hoteles de lujo, el elogio no es hospitalario y suele salir además carísimo.
A lo que queda de vida después de la vida lo llamamos novela. Y a lo que le sobra a la novela después de la novela, novelería.
El optimismo es siempre gimnástico.
El pobre imbécil suele ser, como el cornudo, el último en enterarse.
El salto de los felinos aboceta al pájaro, su presa.
Es una de esas palabras que van cayendo del diccionario como los viejos de un asilo, y es preciosa y expresivísima, filáutico, en el sentido de vanaglorioso y enamorado de sí mismo. Covarrubias la utiliza para explicar la voz fantasía. Y es lo que resulta más hermoso, porque no hay yo que no acabe siendo una exageración de la fantasía.
Es muy graciosa y escueta la definición que Covarrubias, en un tiempo que vivía con tanta seriedad esos asuntos, da a la palabra místico: "vale tanto como figurativo". Y en eso ha parado "la jodía mística", que decía Maruja Mallo, en unas como figuraciones que se hacen unos fantasiosos que sueñan con pintar cuadros o escribir poemas que curen a los enfermos. Porque por vueltas que dé la vida, no se habrá visto hoy más místicos que los abstractos, hablemos de artistas pintores o de poetas.

La mórbida brisa de primavera besa con los labios abiertos.

La calumnia se va con cualquiera.

[De El arca de las palabras de Andrés Trapiello, Babelia, 11 de febrero de 2006]

jeudi, février 02, 2006

Primer mensaje

Lo que es seguro es que estás ahí, en alguna parte. No te será difícil abrir la botella. El único aviso que contiene es que

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