Erri De Luca, Au nom de la mère,
traduit [In nome della madre, Milano, Feltrinelli, 2006]
par Danièle Vélin, Gallimard, nrf,
hors collection, 2006 (79 p.) € 7,90.
El último libro de Erri De Luca (Nápoles, 1950) es la reescritura, o recreación, de una historia que conocen perfectamente hasta los más ateos de los no creyentes (entre los cuales el autor ha confesado varias veces contarse). Una joven ya prometida se encuentra inopinada y aun milagrosamente encinta; su prometido, en lugar de abandonarla, como, según las leyes escritas y no escritas, podría hacer, cree en ella y en lo que ella le cuenta, y, tal y como estaba previsto, se casa con ella. Poco después, en pleno invierno, cuando ella está a punto de dar a luz, atraviesan una buena parte de la antigua Palestina en un duro e incómodo viaje ―él a pie, ella a lomos de una burra― hasta Belén, de donde es él, para proceder al nuevo empadronamiento que ha decretado el Romano. Al llegar a la capital de Judea, repleta de belenitas dispersos que vienen a lo mismo que José, no encuentran albergue y no les queda otra que alojarse en el celebérrimo establo al calor del buey.
Esta historia ―que incluye la Anunciación, la boda, el viaje a Belén, el parto mismo―, Erri De Luca ha decidido contarla en primera persona y desde el punto de vista de María. La frecuentación de los textos bíblicos por parte del autor (que defiende y reivindica la nítida y silvestre sencillez de la vieja lengua hebraica), pero sobre todo la extrema sensibilidad y la capacidad de empatía que ya le conocíamos, le han permitido, a través de su inspirada narración mariana, darnos un relato ―a menudo sublime― de la experiencia maternidad (“el brotar de la natividad en el cuerpo femenino, el más acabado misterio natural”) de una belleza sin precio, o más acá de cualquier precio calculable.
Esta historia ―que incluye la Anunciación, la boda, el viaje a Belén, el parto mismo―, Erri De Luca ha decidido contarla en primera persona y desde el punto de vista de María. La frecuentación de los textos bíblicos por parte del autor (que defiende y reivindica la nítida y silvestre sencillez de la vieja lengua hebraica), pero sobre todo la extrema sensibilidad y la capacidad de empatía que ya le conocíamos, le han permitido, a través de su inspirada narración mariana, darnos un relato ―a menudo sublime― de la experiencia maternidad (“el brotar de la natividad en el cuerpo femenino, el más acabado misterio natural”) de una belleza sin precio, o más acá de cualquier precio calculable.
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