Como a mí me gustaron y esperando que a ti también al menos te puedan interesar, transcribo a continuación los treinta y tres textículos que aparecieron el otro día en Babelia como « prepublicación » del próximo libro de Andrés Trapiello. Helos aquí :
Poesía: una verdad indemostrable.
Poesía: una verdad indemostrable.
Del yo, el menos.
La verdad no se vota. Y mucho menos, la Belleza. Sabedlo vosotros, artistas con cargo a los Presupuestos Generales.
Lo no visible no es lo invisible.
Entre las habilidades del chamariz, un pájaro común, como el jilguero, está la de imitar los cantos de los otros pájaros. Lo hace tan bien que consigue hacerse pasar por ellos, y nadie habla de plagio, porque a nosotros, ¿qué más nos da todo eso de la originalidad? ¿Y qué si no somos más que chamarices? ¿Nos quitarán por ello la inmortalidad de la alondra, del ruiseñor, del jilguero? ¿Pero quién le quita al chamariz la gloria de haber cantado?
Lo conmovedor del sabio es cómo baja la cabeza y camina mirando las piedras del camino, al tiempo que piensa en las estrellas.
El cuerpo es como el estilo: más sano cuanto menos se nota.
El gusto de dar es muy superior al de recibir; por eso la mayoría prefiere recibir.
Si sí es la palabra más bella, no, entendida la vida como la entiende uno, ha de ser la más difícil y la más necesaria, y por ello doblemente bella. Y recordar lo que decía Paul Celan: "Habla / Pero no separes el No del Sí. / Y da sentido a tu decir: / dale sombra".
El fuerte es siempre el que hace las cosas más suavemente.
Algunas definiciones no hay que tocarlas. Son pura poesía virgiliana.
Enjambre "República de abejas con su maestra". El diccionario de la RAE es mucho más vulgar: "Multitud de abejas con su maestra". He aquí la distancia entre la poesía y la sinecura, y entre un diccionario republicano y otro de una Academia que es Real.
Sí, no sabemos por qué los llamamos sinsabores, cuando son tan amargos.
Nadie elige pertenecer al club de los difíciles, pero una vez dentro, es increíble lo fácil que se lleva la gente, con no tratarse.
Cuando se escribía wagón los trenes iban más lentos, pero mucho más lejos.
De cerca el semen es muy decepcionante, teniendo en cuenta la notoriedad con la que suele salir a escena.
La arquitectura es el arte de meter entre cuatro paredes la vida sin destruirla ni adulterarla.
La cremallera sólo podía ser un invento del siglo XX: dos mundos separados unidos por mano de hierro.
Leo estos días, para hacer de ellos una reseña, en los diarios de Tolstói, una frase en la que dice, citando a un tal Kólescha, que "la crítica es cuando los tontos hablan de los inteligentes". Y eso lo decía alguien como Tolstói, tan cristiano.
Les pasa a los molinos lo que a los relojes, con los que tanta relación guardan: no hay ninguno feo, sean de viento o de agua, que por ellos el tiempo se humaniza en harina, y luego en hostia de comulgante y, al fin, en aliento. En cuanto a los molinos quijotescos, cabe decir que los hizo célebres no la locura de un solo hombre sino, el haber sido acometidos por quien los creía superiores enemigos de todos.
Hay que desconfiar de las verdades que caben en una pancarta. Por principio.
En la calle de Atocha hay una vieja ferretería especializada en bombas de agua. El hecho de que se llame "Bombas El Ideal" (rótulo que no superaría ni la imaginación de Galdós) le da al asunto un cariz anarquista muy conveniente y nostálgico que en esa calle es casi una reliquia.
"Sílabas son las estrellas", decía San Agustín, mucho antes del surrealismo y de Gómez de la Serna.
El prójimo suele ser la parte débil de nosotros mismos, por eso solemos tratarlo con tanta saña.
Como los hoteles de lujo, el elogio no es hospitalario y suele salir además carísimo.
A lo que queda de vida después de la vida lo llamamos novela. Y a lo que le sobra a la novela después de la novela, novelería.
El optimismo es siempre gimnástico.
El pobre imbécil suele ser, como el cornudo, el último en enterarse.
El salto de los felinos aboceta al pájaro, su presa.
Es una de esas palabras que van cayendo del diccionario como los viejos de un asilo, y es preciosa y expresivísima, filáutico, en el sentido de vanaglorioso y enamorado de sí mismo. Covarrubias la utiliza para explicar la voz fantasía. Y es lo que resulta más hermoso, porque no hay yo que no acabe siendo una exageración de la fantasía.
Es muy graciosa y escueta la definición que Covarrubias, en un tiempo que vivía con tanta seriedad esos asuntos, da a la palabra místico: "vale tanto como figurativo". Y en eso ha parado "la jodía mística", que decía Maruja Mallo, en unas como figuraciones que se hacen unos fantasiosos que sueñan con pintar cuadros o escribir poemas que curen a los enfermos. Porque por vueltas que dé la vida, no se habrá visto hoy más místicos que los abstractos, hablemos de artistas pintores o de poetas.
La mórbida brisa de primavera besa con los labios abiertos.
La calumnia se va con cualquiera.
[De El arca de las palabras de Andrés Trapiello, Babelia, 11 de febrero de 2006]
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