Por casualidad me encuentro hoy con un artículo firmado por el presidente del Gobierno, se supone que para presentar a la sociedad en general y a los maestros en particular su “Pacto por la educación”, pero los lectores nos quedamos sin saber lo más mínimo sobre el contenido, o los términos, de dicho “Pacto”. Eso sí, pese a lo breve que es, el autor encuentra sitio para emplear varias veces las palabras excelencia, ambición, progreso, futuro y otras por el estilo.
Contento a medias de que por segunda vez el horrendo fantasma del olimpismo se haya alejado de mi ciudad natal, y a medias descontento porque no les deseo nada malo ni a los brasileños ni a nadie, copio a continuación uno de esos textos breves de Ferlosio (¡…naturalmente!), que su autor publicó, en este caso excepcionalmente sin título, en su primera recopilación de pecios (Vendrán más años malos y nos harán más ciegos [1993]). A primera vista, se diría una reacción escandalizada ante un espectáculo de sadomasoquismo, pero no: se comprende inmediatamente que es un comentario sobre la hedionda ideología de la auto-superación, del olimpismo y de la búsqueda de la excelencia. Helo aquí:
“¿Qué es esto? El hombre se azuza a sí mismo o se pone bozal, como si fuese su propio perro; se arrea a latigazos sobre sus propias nalgas o, embridado por propia mano y propia voluntad, refrena su carrera estirándose hacia atrás las comisuras de los labios, como si fuese su propio caballo; o, en fin, si hay que clavar un clavo, se empuña por los tobillos y golpea con la nuca la cabeza del clavo, como si fuese su propio martillo. ¡María santísima, qué barbaridad!”
Contento a medias de que por segunda vez el horrendo fantasma del olimpismo se haya alejado de mi ciudad natal, y a medias descontento porque no les deseo nada malo ni a los brasileños ni a nadie, copio a continuación uno de esos textos breves de Ferlosio (¡…naturalmente!), que su autor publicó, en este caso excepcionalmente sin título, en su primera recopilación de pecios (Vendrán más años malos y nos harán más ciegos [1993]). A primera vista, se diría una reacción escandalizada ante un espectáculo de sadomasoquismo, pero no: se comprende inmediatamente que es un comentario sobre la hedionda ideología de la auto-superación, del olimpismo y de la búsqueda de la excelencia. Helo aquí:
“¿Qué es esto? El hombre se azuza a sí mismo o se pone bozal, como si fuese su propio perro; se arrea a latigazos sobre sus propias nalgas o, embridado por propia mano y propia voluntad, refrena su carrera estirándose hacia atrás las comisuras de los labios, como si fuese su propio caballo; o, en fin, si hay que clavar un clavo, se empuña por los tobillos y golpea con la nuca la cabeza del clavo, como si fuese su propio martillo. ¡María santísima, qué barbaridad!”
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